Cada latido de luz era más débil y más exquisito que el anterior, como si cada uno fuera un adiós lleno de pesar y de amor a la tierra.
Desde el alféizar de la ventana el gato contemplaba melancólicamente el horizonte.
La noche llegaba suave y tranquila.
Por el aire ya oscuro, una golondrina pasó muy cerca del balcón.
El gato soltó un breve maullido de voracidad.
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