Era un experto. El laboratorio y la investigación, su mundo. No dudó cuando le encargaron trabajar en alteraciones genéticas.
Al otro lado de la ventana, que daba a la plaza, encontró una fuerte motivación. Las bandadas de palomas la asolaban. Eran cada vez más ruidosas, alteraban el hilo de sus pensamientos.
Planificó la manera de elaborar un fármaco que volviera estériles a las aves. Cuando, por fin, arrojó sobre los adoquines los granos de arroz infectados, sintió un familiar confort de venganza.
Preparó varias bolsas del grano para antes de la primavera y con la llegada del verano comprobó que no revoloteaban nuevos pichones.
Lo extraño fue cuando nació su hijo aquel otoño. El bebé tenía su piel cubierta de plumón.
© Texto de Arturo Joaquín
Relato ingenioso con final sorprendente… La venganza. Me hizo sonreír. Nuevamente gracias por compartir
Entonces funcionó lo escrito …