Creció entre acá y allá, viajando en una caravana a las afueras de cualquier ciudad. Nómada entre los suyos.
Recuerda las noches en las que el tiempo se deslizaba por la cola de la Osa Mayor, buscándolo. Tumbado sobre la hierba, identificaba al “guardián de la osas”, Arcturus, anaranjado y brillante, como si solo fuera para él.
Girar, girar. Huidizos brillos de peces de colores danzaban en su mente, perseguidos por unos golpes secos que cortaban el aire. Amarrado a la rueda-diana reconoció el fulgor de un cuchillo en aquél rostro concentrado. El lanzador, inmóvil, lo miraba sin parpadear.
Expuesto al azar, en medio de la arena, el peligro era un círculo que giraba a su alrededor.La luz dentro de la carpa apenas alcanzaba a iluminar su rostro mientras el filo del cuchillo dibujaba destellos. No había estrellas allí, ni un cordón de plata que lo mantuviera unido al cielo. Solo el aire seco del circo, los aplausos sordos y un miedo que comenzaba a pesarle en los hombros.
En cada vuelta de la rueda sentía cómo el cosmos se alejaba. Girar, girar. La gravedad lo reclamaba, empujándolo hacia la tierra con violencia. Al final, la diana dejó de moverse. Un instante de silencio en el que todo el universo pareció detenerse. Y luego, el aplauso.
Lo soltaron de la rueda y lo empujaron hacia un rincón oscuro de la carpa. La función había terminado. Los focos no eran suficientes para ocultar un recuerdo que ahora brillaba con fuerza: el reflejo de Arcturus en un charco, el frío de la hierba y el eco de sus propios pasos buscando algo que no había encontrado.Esa noche bajo el techo de lona, soñó con las estrellas. Soñó que aquél cordón de plata lo devolvía al firmamento y que su cuerpo, ingrávido, flotaba una vez más entre las constelaciones.
Al amanecer, solo le quedaban el frio del cuchillo, el eco de los aplausos y el peso de la tierra, entre la inmensidad de las estrellas.
Sentimos a golpe los giros de cielos y de dianas de nuestro joven héroe en su azarosa vida. Elegantes paralelas, Arturo
"Por un punto exterior a una recta, se puedes trazar una única paralela" es el quinto elemento de la geometría Euclidiana, válido en un espacio plano de curvatura cero.
Fuera de él nos movemos dentro de la geometría no-euclidianas, en ella se considera una curvatura positiva ó negativa y nos sirve para construir modelos del Cosmos.
Ya sabes que entonces todo se pone más interesante.
Considerando el tiempo como cuarta dimensión, por un punto exterior a una recta se pueden trazar incontables rectas (no me atrevo a decir infinitas)… Todos crecemos acá y allá, todos somos errantes… Todos somos viajeros galácticos a bordo de la nave Tierra (la perla azul)… Todos estamos sobre las arenas del azar esperando que el lanzador haga su labor. Interesante modo de sentir, Arturo.
En geometría no euclidiana las coordenadas espacio/tiempo y la concentración de la masa de los cuerpos nos lleva a un modelo con agujeros negros.
En este caso mi particular agujero negro ha sido el recuerdo del Circo Americano al que me llevaba mi abuela. El espectáculo de indios y vaqueros dónde después de innumerables "luchas", sujetaban sobre una diana con las piernas y brazos en X, al prisionero indio.
Se hacía la penumbra y giraba la diana. El lanzador de cuchillos con gran precisión contorneaba la figura del hombre. En realidad eran antorchas con un afilada punta. Parecían pequeñas estrellas fugaces. La X quedaba punteada en fuego.
Estaba muy controlado el azar.
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