Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso
de silencio,
de un blanco silencio,
anillo formidable
de muelles desiertos,
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.
Ignoré
que el gruñón Caronte
aguardaba en uno de ellos.
Cuando la brisa del alba,
estremeció al olivar,
sus hojas susurraron un Credo,
Con la luna difunta,
una luciérnaga azul
me dio consuelo.
Escuché al cojo maestro
llevar el compas
con dos banderilleros.
¡Dejadme cantar con ellos!
Que muerto me quedaré.
Cuando choquen los luceros,
con mi número negro.
“Claro de reloj” de Federico García Lorca / Amplificación de Arturo García
Ya veo de dónde viene la complejidad de tu poesía. Sigue disfrutando del maestro