El único consuelo
Con una piruleta como único consuelo, la bicicleta destrozada a su lado, sentado al borde de la carretera, suspirando, dolorido y feliz, una sonrisa malévola fue dibujándose en su cara.
No podía quejarse, lo había dado todo, su trabajo estaba hecho. Faltaba el remate.
Había comenzado a llover, paladeó el sabor a fresa y recordó que había dicho “si me caigo no me esperes, me levanto y te alcanzo”.
La carrera había terminado para él. Recordando al niño que le había regalado la piruleta, su sonrisa se hizo más benévola. Ahora solo le quedaba rematar al perro malherido.
© Texto de Milio el del Nido & Arturo Joaquín
Después del baile
Con una piruleta como único consuelo, se dieron por satisfechos. Podían compartirla, había terminado el baile, y las estrellas apagaban los farolillos de la verbena. Cuando ella se cambió los zapatos de tacón por unos bajos, le pidió que la acompañara hasta su casa en la cimera del pueblo.
Por el mismo camino por el que fueron a la escuela, los abrazó el bosque y les enseñó dónde ocupar lo oscuro. Jugaron como niños sobre el túmulo de su infancia. Y entre los susurros del agua, dónde el musgo se hacía curvo encontraron un tacto nuevo.
© Texto de Arturo Joaquín
Hola, Arturo Joaquín. Acabas de participar en Relatos en Cadena, concurso de microrrelatos que organizamos con la Cadena SER (Semana 28)
Finalista: “Je t’aime”
Con una piruleta como único consuelo, volví a casa. Al menos tenía forma de corazón. Quizá aquello fuera una sutil indirecta de mi querida Sophie. La había conocido meses atrás, y desde entonces, desde la primera vez que pronunció mi nombre con ese acento suyo tan peculiar, me tenía en un permanente sinvivir. Debía aprovechar cualquier oportunidad para declararme. Así que, cuando nos fue nombrando para darnos las notas del primer trimestre de francés, no pude evitar decirle en alto: «¡Je t´aime, ma chère Sophie!». A lo que ella respondió, entre las risas de mis compañeros, con un diez en pronunciación y un corazón de caramelo.
Finalista: “Obreros irradiados”
Con una piruleta como único consuelo. Así me mandaron a la superficie después de inyectarme una aguja en el cuello del tamaño de un dedo. Con sólo diez años me obligaron a unirme al equipo de reconstrucción. Supuestamente, la sustancia nos protegería de la radiación durante una década. Mi esperanza de vida era de veinte años. Y todo para que cuando la radiación alcanzara niveles inocuos, las familias escogidas, aparentemente al azar, pudieran repoblar el planeta con las mayores comodidades.
Lo que ignoran ahí abajo es que la radiación nos ha transformado. Somos más fuertes y longevos. Ahora, la superficie pertenece a una nueva raza superior.
GANADOR: “Culpa”
Con una piruleta como único consuelo, Emmanuel espera a su hermana luchando contra la oscuridad del parque. Es raro, aunque no imposible, encontrar de madrugada a un niño solitario. Emmanuel a veces cierra los ojos para esquivar la terrorífica mirada de la luna. O imagina que ya ha amanecido, y está en el colegio.
No es imposible hallar a un niño de madrugada, asustado, aguardando a su hermana mayor. A que vuelva ya de ese coche aparcado al que subió. Lo raro (y descorazonador) es que ella, al regresar, en lugar de abrazarlo, solo le diga, con voz seca, que mañana podrá comprarle sus malditos cuadernos.