para tu caracol mascota
que te regala dardos de cal jugueteando en la jaula de tus dientes
tras una cortina de luz que diluye el duelo de las toses en la penumbra
cuando en el foso abre sus mandíbulas un ataúd.
en una balsa donde navegaba tu suprema melodía.
Aquellos maderos negros y blancos amarrados por las cuerdas
armonizan en tu garganta la hiedra de bemoles y sostenidos
sin que un modesto becuadro pueda sosegarte.
como gozar ese tiempo
de los que en La Menor aman.
de tu canto tiple lubricado de baba y espuma
povere fiori en la batalla de la verdad.
Con su perfume les toca detener el movimiento
y dejar el color de tu voz pintado en mis oídos.
ven como los destellos de las lágrimas de una araña
regalan a los contratenores una piscina de perlas.
En verdad, muy bello