Mejor quedamos aquí,
criando ortigas y malvas.
Esperando en nuestro día,
las flores recién cortadas.
Y cavamos nuestras tumbas
sin fatigas, muy callados
las azadas y el esfuerzo
nunca nos fueron extraños.
Vinieron a por nosotros,
y clareaba la mañana.
Entonces nos llovió plomo,
con las luces de aquél alba.
Permanecimos de pie
sin darles nunca la espalda,
firmes en esta cuneta
pisando la tierra hermana.
Lava de odio nos sepultó
en la contienda pasada.
Hasta hoy, cuando los nietos
desentierran nuestra causa.
Vinieron a por nosotros,
y clareaba la mañana.
Entonces nos llovió plomo,
con las luces de aquél alba.
Les hablan en silencio,
nuestros cráneos horadados,
y el sonajero que ocultó,
en el cuenco de su mano.
¡Ojalá! sepan dejarnos aquí,
con esta tierra por sudario.
Aquí, donde al mirarnos.
nos dimos el último abrazo.
Vinieron a por nosotros,
y clareaba la mañana.
Entonces nos llovió plomo,
con las luces de aquél alba.
Entonces nos llovió plomo,
con las luces de aquél alba.
Entonces nos llovió plomo,
con las luces de aquél alba.
Canción
Mejor quedamos aquí, criando ortigas y malvas.
Esperando en nuestro día, las flores recién cortadas.
Vinieron a por nosotros,
clareaba la mañana.
Entonces llovió plomo,
con las luces del alba.
Quisimos estar de pie
sin dar nunca la espalda,
firmes en esta cuneta
pisando la tierra hermana.
Lava de odio nos sepultó
en una contienda pasada.
Hasta hoy, que los nietos
desentierran nuestra causa.
En silencio, les hablan
nuestros cráneos horadados
y el sonajero que ella ocultó,
en el cuenco de la mano.
¡Ojalá! sepan dejarnos aquí.
¡Aquí! con este barro de sudario,
dónde mirándonos y maniatados
nos dimos el último abrazo.
Vinieron a por nosotros,
clareaba la mañana.
Entonces llovió plomo,
con las luces del alba.
© 2021 Texto de Arturo García
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