Ya desde muy temprano
dando brincos pequeños
volteas las hojas del suelo.
En este otoño,
como en los pasados y los que vendrán
Sin manos te afanas,
pequeña ave negra,
en buscar los gusanos
que te ayudaran a pasar el invierno.
Me recuerdas a mi
pasando hojas de este diccionario,
detrás de la ventana.
Buscando las palabras
que quiero significar
con perplejidad y asombro
ante todos vosotros.
© Versos de Arturo Joaquín
Este poema captura una observación íntima y profunda sobre el ciclo de la vida y el proceso de búsqueda, con el mirlo (Turdus merula) como símbolo central. La escena inicial, donde el ave “voltea las hojas del suelo” en su rutina diaria de supervivencia, establece un paralelismo con el poeta, quien, tras la ventana, también está inmerso en una búsqueda esencial. La imagen de pasar páginas de un diccionario es análoga a la del mirlo buscando gusanos: ambos se esfuerzan en una tarea minuciosa, aunque sus objetivos sean distintos.
La línea “sin manos te afanas” subraya la habilidad innata y el empeño del mirlo, mientras que el poeta, en su quietud y reflexión, expresa su deseo de comprender y articular su asombro ante el mundo. La distancia entre el mirlo y el poeta (“detrás de la ventana”) sugiere una división entre naturaleza e introspección, pero también una conexión profunda, en la que ambos están unidos por el impulso de encontrar lo necesario para seguir adelante.
La frase final, “ante todos vosotros,” añade un tono de entrega, como si el poeta compartiera su perplejidad y asombro no solo con la naturaleza, sino con quienes lo rodean. Este poema, en última instancia, es una meditación sobre la persistencia de la búsqueda —del mirlo en su afán diario y del poeta en su exploración interior—, mostrándonos cómo en lo pequeño y cotidiano reside una belleza que nos recuerda nuestra humanidad y conexión con el mundo.
Un poema bien guapo que al margen de las explicaciones que da el autor , entiendo que recoge una cierta vinculación del mismo con el huerto y el campo
Esa biologia poetica , Arturo
MIRLO
Por espacio de cinco o seis minutos he sido he sido un pájaro negro, de pico anaranjado, esta mañana. No abrigo dudas al respecto pues yo mismo me he despertado con mi canto. Me ocurre con frecuencia que, subido en el alero, me pongo a trinar hacia el día que despunta.
Total, que me he asomado a la ventana para confirmar mi presencia en el frio amanecer. Y me he preguntado en voz baja, por temor a interrumpirme, para qué canto con tanta intensidad, desde hace tantos años, y qué digo, qué gorjeo, si es que algo razonable he dicho, he gorjeado, alguna vez.
Ingenuo mirlo solitario, ¿no te das cuenta de que no te escucha nadie? Ninguno de tu especie que te pudiera responder se divisa en las ramas peladas, cubiertas de escarcha, o en los tejados igualmente helados del vecindario, bajo el gris uniforme del invierno.
Condenados a cantar a la intemperie sin merecer un eco, somos tú y yo figuras decorativas, quizá risibles, de la mañana, que además es sorda. Y es inútil preguntar, como es inútil estar callado o echarle la culpa de su sordera a la mañana.
Cantemos, por tanto, mirlo matutino, compañero, lo que tengamos que cantar, sin esperar recompensa, no más que porque somos esta corta y frágil vida que, sin embargo, canta. Pues de guardar silencio, de estar mudos para siempre, ya habrá tiempo en los infinitos días que amanezcan sin nosotros.