La noche repliega las esquinas,
el despertar las desdobla en imágenes.
Aquiles arrastra la cabeza de Héctor por la arena.
Hay castillos esparcidos entre las olas.
Resuena mi voz,
está sin estrenar mi ronca voz por andar descalzo.
Elías cruza el amanecer en su carro de fuego.
Hay serpentinas detenidas en vuelo.
A este libro se le caen las letras,
una plegaria está escrita en mi copa de bronce
Zeus convierte a Ganimedes en su amante.
Hay un temblor de páginas en blanco.
En este final flota aquél párrafo leído en la vigilia:
yo no soy viejo todavía, pero como si lo fuera porque ya no soy joven.
Hay quien nace para joven y quien nace para viejo,
hoy confieso que soy de estos últimos.
© 2021 Versos de Arturo Joaquín
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