Ya no soy
quien veía en la pared los sueños
jugaba en la calle con sus amigos
y dibujaba goles en los cristales.
Ya no soy
el que vio a las sillas arrastrando el tiempo
dejó muecas de alambre en los charcos
y en la plaza dio pan a las palomas.
Soy
el que los constructores llaman gusano,
inquilino de renta antigua
en la manzana más apetitosa de la zona.
Soy
uno de los expulsados del Edén,
el que contaba los escalones hasta el cuarto
el que dibujaba con tiza el papel pintado.
Solo soy un gusano sin culpa
un fuego que nunca se apaga
el que probó la fruta prohibida.
© Versos de Arturo Joaquin
En este poema utilizo la negación como un recurso para mostrar la transformación y la pérdida de identidad de un sujeto desahuciado. La negación actúa como testimonio de lo perdido, definiéndolo a través de lo que ya no es.
Mi intención ha sido hacer que la voz poética se convierta en testigo de su propia desaparición. Soy consciente de que esto puede hacer que los versos basculen demasiado hacia la prosa; tendré que aprender a equilibrarlos.
El “yo poético” se identifica con “el gusano”, un ser despreciado y considerado marginal por los promotores y constructores, quienes lo ven como un obstáculo para sus intereses. Lo defino a través de lo que es y de lo que ya no volverá a ser.
En el cierre, refuerzo la dimensión simbólica del desahucio, dándole al poema una connotación relacionada con el relato bíblico de la expulsión del Edén. Aunque en este caso el acto de comer la fruta como inocente, sería una antítesis del mito original.