No importa que tarde, al borde del mar
despeina las olas , mi soledad
Las nubes riendo, regalan su lluvia,
un son de tambora arrastra mi culpa
un agua de plata, cubre mi rostro.
Mis labios rezan, al mismo compás.
Y llora mi herida tequila y sal.
¡No te olvidaré! dije esa tarde.
Una torpe mentira que me creí.
Perdido en la brisa olvidé tu nombre
peces azules borraron tu sombra.
Hoy quiero saber más de tí.
Cumbia triste, acordeón y trompeta
puerto remoto, bajo el mismo cielo
canto de verano, barco sin velas.
Salpican las olas el malecón.
Duele, no miento, llorarte otra noche.
Luces de verbena al borde del mar.
© Versos de Arturo Joaquín
© Imagen generada a partir del poema por ChatGPT
Este poema evoca un paisaje costero melancólico y lleno de nostalgia, en el que los elementos de la naturaleza (el mar, las olas, la lluvia) acompañan al hablante en su soledad y en su dolor por un amor perdido. La combinación de tequila y sal simboliza tanto el duelo como la relación entre el amor y el sufrimiento, temas recurrentes en la música y la poesía latinoamericana.
Las imágenes del acordeón, la trompeta y la cumbia añaden un fondo musical a este recuerdo, convirtiendo el mar en un escenario donde la nostalgia se entremezcla con el ritmo de una cumbia triste. Es un poema de duelo amoroso, en el que se perciben las contradicciones del olvido y el deseo por conocer más de alguien que ha dejado una huella profunda. El mar, en su inmensidad y su movimiento incesante, se vuelve un reflejo de las emociones que oscilan entre la aceptación y el deseo de recordar.
La musicalidad y la estética de este poema transportan al lector a un puerto solitario donde el pasado y el presente convergen en un lamento agridulce.